sábado, 16 de diciembre de 2017

Comienzo de mi primer viaje a holanda

Recuerdo como si fuera ayer mismo mi primer viaje a Holanda, una tormenta emociones inundaban mi cabeza al mismo tiempo que mi madre lloraba, era la primera vez que viajaba por motivos laborales y no sabía muy bien a que me dirigía. El primer contacto con el idioma de destino lo tuve en el avión pues la compañía era holandesa al igual que sus azafatas. Si tuviera que describir el neerlandés diría que el mismo pato donal  se introdujo en aquellas personas
para fundar una mezcla idiomática de inglés y alemán. El abismal aeropuerto de Shipol  me resulto una mezcla cosmopolita de humanidad  donde la nacionalidad era único factor común.  Nada más recoger la maleta me encontré con la Rafa, un sevillano de avanzada edad, positivo risueño, gracioso y con un ligero olor a tabaco y cerveza. Me explico que la escala piramidal del proletariado extranjero en Holanda ponía a los españoles en el último lugar. En el top estaban los dueños y jefes que resultaban ser holandeses, debajo de ellos  se situaban los gerentes mayormente polacos y en  último lugar los trabajadores con una abrumadora mayoría de polacos frente a los españoles, rumanos y demás nacionalidades. Había anochecido y lo único que pude ver sobre el lugar donde me iba a alojar era un cartel donde ponía: Landal.

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